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Bianca Lafroy es un héroe o una heroína sobrerreal cuya impronta se lee como el negativo de cada poema, en una línea que desciende del argentino paulista Néstor Perlongher, tanto del poeta de “¿Por qué seremos tan hermosas?” como del autor del Negocio del Miché. Prolonga esa línea de exquisita in-definición, en que la impostura de una travesti es el recalco de un andrógino. Ya es hora de que los bordes entre lo masculino y lo femenino se derrumben, y aquí el oído de la poesía está dedicado a la fracción infinitesimal de un rompimiento de fronteras y de un pasaje, como en aquel verso del poeta venezolano Marco Antonio Ettedgui: “se me pasa de hombre a mujer, basta un parpadeo”. Y este parpadeo es el momento poético de Bianca, estupendo pero no requintado. Como una constelación, se van adhiriendo aquí fragmentos de textos imantados por este fenómeno, fragmentos al imán del pasaje a dos tiempos, a dos focos, un delicado equilibrio en que se está sin estar en los platillos del consabido sistema binario del género, más bien rompiendo la opresión y violencia de la matriz del género. En este sentido es un texto profético, una profecía del presente, la medida de una apertura de la sensibilidad, y el descubrimiento de lo que siempre estaba allí.